Cuando era muy joven por momentos me sentía wonderwoman (la mujer maravilla) y ocupaba cada minuto de mi vida con actividades. A los 23 años estaba dando clases de inglés en colegios, clases particulares y cursando las últimas materias del traductorado público de inglés; al mismo tiempo que preparaba los 4 finales para recibirme y superaba algunas dificultades familiares.

Dormía realmente muy pocas horas y funcionaba de maravillas cada día, sin detenerme.

Hasta, que en uno de los días que tuve a mi cargo la guarda del recreo, es decir, velar por la seguridad de los alumnos del colegio durante el descanso, uno de los alumnos pasó corriendo y apenas me rozó el brazo. Fue casi imperceptible el roce, pero ese movimiento fue suficiente para desvanecerme sobre una escalera.

Ese fue el primer gran síntoma de mi enorme pico de estrés, además de tener la mayoría de mis músculos contracturados.

Durante aproximadamente un año estuve paseando de médico en médico, con neurólogos, haciéndome estudios y audiometrías; buscando soluciones a mi problema de estrés. Los médicos no podían encontrar alguna respuesta y me recomendaron tomar medicación y practicar yoga.

Aún sin estar convencida los escuché y seguí sus recomendaciones, pero no estaba totalmente de acuerdo con tomar medicación; prefiero opciones más naturales.

El problema principal que tuve luego de mi gran pico de estrés fue haber perdido el equilibrio físico. Me sentía constantemente inestable, a punto de caer y eso dificultó mi trabajo; por lo que debí dejar de trabajar por algunos meses. Algo impensado para mi hasta ese momento. ¿Cómo a mi, que podía comerme el mundo me estaba pasando esto?

También sufría enormemente ante los ruidos inesperados, por ejemplo, algo tan simple como que sonara el timbre, me desequilibraba por completo. Sentía que la vibración del timbre repercutía en mi cuerpo y no podía dejar de temblar. Cada nuevo sonido inesperado generaba una nueva pequeña crisis de estrés y para mí ya era suficiente. Quería encontrar definitivamente una solución.

Si bien el yoga me ayudó inmensamente, aún no era la solución definitiva, por lo que decidí emprender mi búsqueda hasta encontrar algo (aún sin saber en qué consistía ese “algo”, sabía que debía existir) más amigable conmigo; y perdurable en el tiempo.

Descubrí la memoria celular por Lala Danesino, a quién estoy infinitamente agradecida. Tuve sesiones con ella que me hicieron tomar consciencia de algo revelador para mi en ese momento: sólo funcionaba con la cabeza y no tenía registro de mi cuerpo. Mi cabeza estaba en un lugar físico, pero mis pensamientos en otro. No tenía contacto con mi cuerpo. Fue devastador darme cuenta que no lo tenía en cuenta como un aliado y parte de mi equipo… en ese momento realmente comprendí la importancia de cuidar de nuestro envase – cuerpo para sentirnos óptimos; y yo, no lo estaba haciendo.

Gracias a los avances con las sesiones de Lala decidí investigar más sobre la memoria celular, y en mi caso, fue un puente que me permitió acercarme a Brain Gym®. Cuando lo descubrí tomé sólo dos sesiones. ¿Y el resultado? El más maravilloso y esperado por mi: recuperé mi equilibrio, comencé a sentirme en eje nuevamente, después de tanto tiempo de malestar.

Realmente no podía creer los resultados que lograba con tan sólo una o dos sesiones. Veía los cambios de manera inmediata. Sentía internamente cómo cambiaba mi energía y disposición para lo que me proponía hacer.

Después de mucho tiempo sintiéndome mal conmigo misma, molesta, intolerante; con malestar físico y emocional; logré reencontrarme, reconectarme y focalizarme. ¿Sí me enamoré de Brain Gym®? ¡Claro que sí! Ahora sentía que las soluciones estaban al alcance de mi mano; y no sólo para alivianar mis desequilibrios físicos; sino para ayudarme a concretar cada meta que me proponía.

¿Y te cuento qué me daba más satisfacción? Que sin medicamentos y con unos simples ejercicios, tan simples que te hacen desconfiar (“si es tan simple cómo puede ser tan efectivo”), podes cambiar y mejorar. Yo también desconfié, también cuestioné cómo simular un gateo podría hacer que disminuyeran mis problemas de atención; cómo dibujar un 8 acostado haría que mejore mi escritura; cómo masajear unos puntos determinados de mi cuerpo con mis propios dedos iba a hacer que recuperar mi equilibrio y se re-equilibrara mi sistema vestibular… pero a pesar de cuestionarlo, lo hice. Y sí. Funcionó.

Fue entonces cuando comencé a estudiar la carrera de Instructor en Gimnasia cerebral® y me recibí en 2002, formando parte de la primera comisión de instructores argentinos en el año 2002.

Desde entonces continúo mi capacitación de manera permanente para lograr que más personas, al igual que yo, puedan autosuperarse y ayudar a los demás. Esta es una de mis pasiones, ayudar a los demás a concretar sus objetivos.

Hasta el momento sólo fue posible en esos años estudiar toda la carrera en nuestro país. Luego viajé a Estados Unidos para cursar el instructorado en Organización cerebral óptima®.

Me siento tan afortunada por estar transitando este camino de cambios y logros constantes, que mi mayor deseo es que cada persona tenga la posibilidad de experimentar por sí misma cuánto es capaz de lograr.

A veces nos permitimos creernos las etiquetas que los demás determinan para nosotros, creer las limitaciones que nos imponen. Nos permitimos dejar de intentar. Pero te lo digo y por propia experiencia: “Nunca es tarde para cambiar. Nunca es tarde para intentarlo.”

No creo en las casualidades… “Todo tiene una razón de ser más allá de la razón…” (podés Twittear y compartir esta frase). Todo tiene un por qué y una razón de ser; aún cuando nos cueste atravesar la situación y nos duela.

Hoy, después de haber superado definitivamente mis desequilibrios físicos, de haber integrado mi cuerpo y haberlo hecho amigo de mi cerebro, de darle prioridad a mi sistema… después de haber mejorado notablemente mi inteligencia espacial; es que estoy convencida de que aquel pico de estrés existió para marcarme un rumbo. El rumbo de este camino que me enamora cada día más.

Esta es mi historia de por qué un pico de estrés me cambió la vida.

Me gustaría conocer tu historia, ¿qué situación cambió tu vida?

Dejame tus comentarios debajo o contactame en forma privada. Estaré atenta a sus historias.

¡Hasta pronto!

Gabriela